En las primeras semanas de vida el niño, salvo el llanto, no utiliza articulación alguna, pudiéndose intuir que el carácter e intensidad del llanto varía según las causas y circunstancias que rodean al niño.
Aproximadamente a los doce meses se da una maduración importante en áreas del cerebro que tienen que ver con el desarrollo del lenguaje. Algo antes, el cerebro ha ido tomando el control del análisis de los sonidos que percibe el bebé y de las praxias fonoarticulatorias.
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